III
Experiencia
Los valores en el
desarrollo de competencias profesionales
Martha Arana Encilla, Nuria Batista Tejeda
y Álvaro Ramos
Castro
Educar en valores es
como tallar un diamante. Para que despliegue la plenitud de su esplendor
debe ser tallado íntegra y armónicamente. Dejar una de sus facetas sin
tallar le impedirá cualificarse con todos sus visos, belleza y perfección
como diamante. Una persona a quien no se le proporcione una intencionada,
adecuada y oportuna educación en valores, no podrá realizarse a plenitud
como humano. (A. Ramos)
Introducción
El estudio sobre el
comportamiento humano ha sido y es el interés de diferentes ciencias que
comparten un objetivo común, el de comprender e interpretar los porqués
de las actuaciones de los seres humanos, para orientar su comportamiento
dentro de los requerimientos que impone la sociedad, de ahí que, en el
centro de sus análisis se hallen los conflictos y las soluciones entre el
ser y el deber ser, y, derivado de ello, entre el saber hacer y saber ser
y valer.
La educación en valores
se refiere al aprendizaje como cambio de conducta. La competencia no se
determina sólo por lo que las personas saben, sino por lo que saben
hacer, lo que tienen el valor de hacer y, fundamentalmente, por lo que
son.
Esta ponencia está
basada en trabajos de investigación que concluyeron como tesis doctorales
en temas de Educación en Valores y Educación Científico-Tecnológica
desarrolladas en universidades cubanas y que han resultado aplicados en
la práctica educativa.
Esta ponencia fue
presentada en un panel sobre educación en valores en el IV Congreso
Iberoamericano de Superdotación y Talento,
realizado en Bogotá (Colombia) en octubre de 2002.
La educación en
valores
Todo proceso educativo
tiene un para qué explícito o implícito. Cualquier acto educativo se
realiza con una finalidad, pero no siempre esa finalidad ha respondido a
los ideales del humanismo; existen muchos ejemplos en la historia de la
civilización, como el fascismo, el consumismo y el individualismo, por
sólo poner algunos ejemplos. Los problemas económicos, políticos y
sociales que atraviesa la humanidad son generados por sujetos “educados”.
Es ampliamente conocido
que la sociedad global y en particular la nuestra vive una crisis de
trascendencia que supera aspectos económicos, científicos, tecnológicos e
industriales. Un error en cualquiera de ellos se puede corregir en corto tiempo
(quizás con la excepción del medio ambiente). Pero los errores en lo
social tardan decenas de años, siglos en solventarse, y manifiestan sus
contradicciones durante varias generaciones.
Uno de ellos en el
ámbito de la educación es el poco desarrollo del humanismo, sobre el cual
las concepciones filosóficas de todos los tiempos en sus fundamentos y
objetivos buscan el bien común, promover y vivir una cultura de paz hacia
una sociedad de paz con justicia, equidad y bienestar. Lejos estamos de
ser congruentes como humanos con los principios humanistas.
“El humanismo es
sencillamente un intento y una actitud del espíritu humano en permanente
proceso de evolución, que se inicia en el momento en que tomamos
conciencia de nuestra diferencia con las demás especies biológicas, que
busca el respeto, la dignidad y los derechos del ser humano para la
formación integral de su individualidad y de su personalidad, lo cual
requiere y conlleva condiciones sociales que propicien su transformación
y realización como ser humano” (Arana-Ramos).
En un sentido amplio se
puede definir la educación en valores como un proceso humanizador,
individual, social, vertical y horizontal a lo largo de la vida de las
personas, determinando su personalidad desde su nacimiento hasta la ancianidad
(Ramos, 2000); en dicho proceso intervienen diversos factores cuyos
sistemas complejos conllevan contradicciones en dependencia de las
políticas educativas.
Razones que justifican
la educación en valores:
- Intencionar: encaminar el proceso docente-educativo
hacia el modelo ideal de formación. Desarrollar el vínculo con la
realidad mediante lo socialmente significativo de ésta en el proceso
docente-educativo, dando sentido a la formación sociohumanista.
- Explicitar: connotar lo socialmente significativo de
la realidad hacia el redimensionamiento humano en todos los
componentes del proceso. Precisar los contenidos de los sistemas de
valores a formar y desarrollar según la aspiración social.
- Particularizar: integrar las particularidades de la
formación y el desarrollo de los valores a la didáctica del proceso
de formación (conocer las particularidades del sujeto y sus
relaciones y evaluar las condiciones para llevar a cabo el proceso).
Enriquecer la didáctica del saber y del saber hacer; del contenido y
del método, etc., así como apoyarse en ellas. Determinar estrategias
didácticas que involucren a los sujetos del proceso en una actividad
consciente, protagónica y comprometida.
Lo anterior comprende
las particularidades de la formación y el desarrollo de los valores y sus
relaciones en el proceso docente-educativo. Integrar los valores al
aprendizaje de manera intencionada y consciente significa no sólo pensar
en el contenido como conocimientos y habilidades, sino en la relación que
ellos poseen con lo afectivo.
La educación en valores
no debe limitarse a lo ético; también debe tener presente que en el
proceso hay que desarrollar otros valores que son importantes como los
valores estéticos, los políticos, los intelectuales, que en su conjunto
contribuyen al desarrollo de la personalidad. Es por ello por lo que la
educación en valores es pluridimensional.
Visto así, el proceso
de enseñanza-aprendizaje adquiere un nuevo contenido por su carácter
integral. La reflexión del profesor sobre el valor educativo de las
acciones en el proceso, significa de igual modo intencionar y valorar el
método de aprendizaje, no como simple procedimiento, sino pensar en la
comunicación, las relaciones interpersonales, y también analizar el
componente sociohumanista de la ciencia que se
enseña y de cómo hacerlo, lo que representa brindar un enfoque integral y
dialéctico al aprendizaje, es decir, reconocer que no existen “dos
culturas” separadas, sino reflexionar sobre la totalidad de ésta, en su
historia, en sus contradicciones, en su actualidad, en sus métodos, en
sus consecuencias e impactos y, por supuesto en su ética.
La educación en valores
contribuye a definir un proyecto de vida efectivo y eficaz,
convirtiéndolo en un proyecto real, haciendo corresponder las
posibilidades internas del individuo y las del entorno, mediante el
desarrollo de los valores, la concepción del mundo, la capacidad de
razonamiento, los conocimientos, la motivación y los intereses.
La educación en valores
integra el humanismo en dos sentidos. Acerca la realidad al proceso de
educación para que pueda ser valorada y transformada; así mismo, moldea y
adecua los intereses, motivaciones y disposiciones de los educandos para
que puedan establecer las necesarias interrelaciones humanas que permitan
la correspondencia entre el proyecto de vida individual y social.
La educación en valores
incide en los siguientes aspectos:
- Desarrolla la capacidad valorativa en el
individuo y contribuye a reflejar adecuadamente el sistema objetivo.
- Desarrolla la capacidad transformadora y
participativa con significación positiva hacia la sociedad.
- Desarrolla la espiritualidad y la
personalidad hacia la integralidad y el
perfeccionamiento humano.
La educación en valores
ha estado condicionada a la propia evolución de las concepciones
filosóficas de la educación y de la teoría del valor, a la axiología, a
las cuestiones relacionadas con el sentido de la vida y de la historia, a
la orientación y base del conocimiento, a la relación entre el individuo
y la sociedad, y al objetivo y justificación de la actividad humana. En
general, a la visión del mundo y de su transformación.
Es difícil encontrar
oposición en el plano de la educación sobre la necesidad de incidir en
los valores a través de los procesos educativos de manera explícita; por
lo general es aceptado que ello es parte inseparable de una coherente
filosofía educativa acerca de la integración de lo humano a la formación.
La polémica está en asuntos relacionados sobre qué valores se forman y
desarrollan, existiendo una fuerte tendencia hacia lo ético y lo moral.
Otras posiciones jerarquizan lo ético, aceptando valores políticos,
estéticos, científicos, etcétera. Otro asunto que se debate es cómo
educar en valores, sus modelos y estrategias.
Los modelos trabajados
se identifican como: proceso de socialización o de adaptación y
asimilación a las normas sociales existentes; proceso de clarificación
personal, encaminado al esclarecimiento y desarrollo de los valores con
que se identifica el sujeto, según sus preferencias y cultura; proceso de
desarrollo de las capacidades de juicio, que permite valoraciones y
razonamientos acordes al deber ser; y el modelo de proceso de formación
del carácter o del conjunto de hábitos virtuosos asociados a una cultura
propia del contexto y el de desarrollo de la personalidad.
El modelo de la
construcción de la personalidad moral, que no se tratará en este trabajo,
se denominará desarrollo de la personalidad.
El modelo de desarrollo
de la personalidad requiere de:
- Un proceso de adaptación del individuo
hacia la sociedad y hacia sí mismo.
- La adquisición por parte del sujeto de
elementos culturales, que tienen una significación positiva y que
constituyen horizontes normativos, que han sido deseados por la
humanidad en todos los tiempos: justicia, solidaridad, igualdad.
- Determinadas capacidades de juicio,
comprensión y autorregulación que permitan la autonomía del sujeto
ante determinadas situaciones y conflictos.
En este modelo se
entiende a los valores como un producto cultural, busca alcanzar una preparación
para la vida y para la realización personal en un contexto determinado,
con la condición clara de que se trata de formar no para la aceptación,
sino también la transformación en busca del redimensionamiento humano.
El proceso real de
formación de la personalidad debe partir de las posibilidades que ofrece
la sociedad, para que ésta ocupe un lugar adecuado dentro de la actividad
social y pueda constituirse en sujeto social, que influya por supuesto en
la transformación de estas posibilidades.
Valoración del modelo:
- Se centra en el desarrollo de la
personalidad.
- Tiene en cuenta las necesidades y
motivaciones de los estudiantes.
- Le confiere gran importancia a los
contenidos y al papel del maestro y a la comunicación en el
desarrollo de las valoraciones.
- Destaca la unidad dialéctica entre lo
social y lo individual y lo afectivo y lo cognitivo en el proceso de
enseñanza aprendizaje.
- Considera el valor como significaciones
positivas que el sujeto asume, incorpora o construye en el proceso
de su actividad y de sus relaciones intersubjetivas.
Por ello, este modelo
resalta el valor del contenido y del maestro y de la motivación que éstos
producen como aspectos de singular importancia en la educación en
valores.
Los valores en la
formación profesional
El acelerado avance
científico y tecnológico genera nuevas complejidades en las
organizaciones y sistemas productivos, las cuales producen
transformaciones en todos los ámbitos y sectores de la sociedad,
originando un cambio social y cultural irreversible. Costumbres
arraigadas se debilitan, normas y modelos de conductas se transforman con
relativa celeridad hacia nuevas relaciones sociales que es preciso
afrontar con valores y actitudes que den respuesta al cambio orientándolo
hacia el progreso humano.
De lo anterior se
deduce que la universidad tiene que formar un profesional con capacidad
para enfrentar el reto de la época contemporánea, con conocimientos
científicos y técnicos idóneos, portador de valores humanos para un
óptimo desempeño como miembro de la sociedad, con una proyección vivencial y laboral que combine las competencias
laborales con las cualidades personales.
La educación en valores
en la Educación Superior debe encaminarse fundamentalmente a la formación
y al desarrollo de valores profesionales, entendidos éstos como los
valores humanos contextualizados y orientados
hacia la profesión. Sus significados se relacionan con los requerimientos
universales y los particulares de la profesión. Constituyen rasgos de la
personalidad profesional y contribuyen a definir una concepción integral
del ejercicio de la profesión.
La educación en valores
en la formación profesional es el proceso de humanizar e intencionar lo
social de la profesión en las competencias profesionales. Significa
desarrollar la personalidad profesional integral, mediante la modelación
del ejercicio profesional en el proceso docente y en toda la vida
universitaria para el desarrollo de los futuros modos de actuación
profesionales.
Para ello el modelo o
aspiración de competencias y actitudes profesionales debe estar definido
y debe tener un carácter pluridimensional, que
abarca las siguientes dimensiones a desarrollar: intelectual, técnica,
ética, estética, política y otras según la profesión, y de otros factores
a considerar.
Algunas de las razones
que justifican la educación en valores en la formación profesional son:
- La imagen que de la ciencia y de la
tecnología existe en los futuros profesionales, que varía según las
concepciones y paradigmas con que se interpreten y comprendan dichos
procesos, producto de los contenidos de la carrera: conocimientos,
enfoques, habilidades, relaciones, comportamientos de los docentes,
estilos y maneras de determinar y solucionar problemas de la vida
universitaria en general.
- La adaptación de los diseños curriculares
de las carreras a los cambios científico-tecnológicos y sociales, y
su reflejo en los objetos y de los modos de actuación de los futuros
profesionales.
El contenido de la
formación profesional se refiere a la cultura que debe alcanzar un
profesional para ejercer adecuadamente su profesión, y que abarca no sólo
los conocimientos científicos y tecnológicos necesarios que respondan a
esa rama y objeto del saber y saber hacer específicos, sino a una cultura
profesional como resultado de un tipo específico de educación
científico-tecnológica, entendida ésta como: el proceso continuo de
adquisición de conocimientos teóricos y prácticos y de formación de
valores en relación con la práctica tecnocientífica,
que propicie una actitud crítica de los aspectos contradictorios
presentes en las relaciones entre la actividad científico-tecnológica y
las otras formas de actividad social.
La cuestión no estriba
en la mayor o menor información que un profesional posea, sino en los
principios y las concepciones que éste posea para comprender a la
sociedad y, en ella, el lugar de su profesión para gestionar
adecuadamente la ciencia a la tecnología.
En estas condiciones la
formación integral y especializada son dos pilares de la profesionalidad.
De ahí que la formación sociohumanista en
particular adquiera mayor significado en cuanto a la creación de una
cultura que permita interpretar el paradigma vigente y lograr el
desarrollo sustentable.
La solución se halla en concebir la formación sociohumanista
a partir del modelo del profesional, que integre como un todo las
posibilidades que brindan las ciencias sociales, naturales y exactas, así
como las técnicas, desde enfoques interdisciplinarios y a lo largo de
todo el proceso de formación profesional.
La formación sociohumanista es parte del desarrollo de la
personalidad, por lo que no puede estar separada ni simplemente añadida
al modelo del profesional, sino que es parte intrínseca del desarrollo de
valores.
Los estudios CTS en
la formación de valores profesionales
La búsqueda de una
manera diferente de hacer ciencia y tecnología no sólo es preocupación de
países de menor desarrollo, sino también de países desarrollados, lo cual
se manifiesta en programas de enseñanza en ingeniería de tecnología
apropiada y de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS).
La búsqueda de una
cultura integral es un objetivo estratégico en el mundo de hoy; así, un
humanista que no sepa de los avances científicos tecnológicos puede
poseer una elevada cultura humanista y ser un ignorante ante las nuevas
formas de vida imperantes. De la misma manera, un científico o un técnico
que posean elevados conocimientos y habilidades profesionales, tienen que
saber conducirlas desde y para la sociedad, lo que se expresa en saber
trabajar en grupo, interpretar social y económicamente las necesidades y
demandas; dirigir procesos mediante la participación, el diálogo y la
comunicación, en busca de información valiosa para la competitividad.
Una concepción
diferente de la relación entre los contenido sociohumanistas
y científico-tecnológicos en la formación de los profesionales tiene su
fundamento en los estudios CTS, que tienen como objeto de estudio la
vinculación existente entre: la ciencia, la tecnología y la sociedad, en
aspectos tales como:
- La comprensión de la naturaleza social de
la ciencia y la tecnología, es decir, la sociedad como
condicionante, incluyendo la reflexión sobre las consecuencias
sociales, económicas, ambientales y políticas de la actividad
científica y tecnológica.
- Poseer una conciencia crítica en virtud de
un enfoque multidisciplinario y fomentar la participación social en
la toma de decisiones.
- Desarrollar la capacidad de valorar
contextos en cuanto a recursos y necesidades para así brindar
alternativas a la solución de problemas.
Existen diferentes
maneras de abordar los estudios CTS en el currículo. Son las siguientes:
- Inclusión de módulos o unidades CTS en
materias disciplinarias.
- Enfoques CTS en las materias ya existentes
mediante repetidas inclusiones puntuales a lo largo del currículo.
- Creación de una asignatura CTS.
- Transformación de temas y asignaturas
integrando sus contenidos a lo largo de su currículo.
En la concepción que se
presenta la novedad está en superar las anteriores formas de abordaje
curricular; ello consiste en que se parte del objeto de estudio y las
funciones o modos de actuación del profesional. Es decir, los estudios
CTS no se circunscriben a un tipo de contenido, ni a su organización,
sino a penetrar en el objeto de la profesión con un sentido de integración
de la cultura humanista y científico-técnica, en la concepción de la
formación de la personalidad del profesional, a través de los diseños
curriculares de las carreras, para lograr la incidencia en todo el
montaje curricular desde los objetivos para el alcance de los modos de
actuación esperados para el ejercicio de la profesión, siendo el asunto
de la educación de valores una necesidad intrínseca a la formación del
profesional.
El objetivo a alcanzar
es desarrollar en los futuros profesionales una nueva imagen de la
ciencia y de la tecnología, que exprese los nexos con la economía, la
política, la moral, las relaciones con la naturaleza, coadyuve a la
capacidad valorativo y a la actuación con
responsabilidad social en el ejercicio de la profesión.
La educación en
valores en jóvenes con capacidades excepcionales
Revisando en Internet,
varias asociaciones de padres manifiestan su extrañeza y preocupación por
la carencia de trabajos sobre el tema de superdotación
con relación a los jóvenes. Y más aún sobre los jóvenes en formación
profesional.
Fue una sorpresa leer
la reflexión que al respecto hacia un joven con estas características:
“Sinceramente, pensamos que lo único que necesita la persona superdotada
es tener como amigos a otras personas superdotadas. Entonces estará en
paz con el mundo, con las personas que no son como ella; porque, por así
decirlo, pedirá y dará, a cada parte, lo que cada parte puede darle y
recibir de ella, y no más. Y éste será el camino, aunque pueda sonar
paradójico, para que se integre en la sociedad”.
Dicha reflexión se
contrapone al principio de que el ser humano es más feliz dando que
recibiendo, que depende de la entrega, la solidaridad, la
responsabilidad, el amor, la amistad y el respeto a la diferencia de
otros. La esencia de la creatividad es vivir creativamente y su éxito
principal se halla en que el proyecto de vida que se defina brinde
felicidad hacia sí mismo y a los demás.
Se evidencia la
preocupación de padres de jóvenes y de éstos porque se les tenga en
cuenta como personas, así como aparecen algunos problemas de
irrealización y conflictos personales por no haberse incidido mejor a
través de la educación en sus actitudes y conductas.
Es difícil responder
qué es lo propio para jóvenes excepcionales, pues éste puede ser considerado
como lo general a desarrollar en todo ser humano, porque lo propio del
hombre consiste en aprender lo humano de sus congéneres.
Al mismo tiempo, lo
propio puede referirse a lo particular de un conjunto de personas con
capacidades excepcionales, que tienen sus rasgos específicos pero que no
excluye lo general. Lo propio también contiene lo singular de cada
individuo, en cuanto a sus motivaciones, intereses, rasgos de la
personalidad, contexto en que se desarrolla, etcétera.
Es menester tener en cuenta
la armonía de estos tres componentes para poder definir estrategias
coherentes de formación valorativa y actitudinal.
Por lo general, en las
definiciones dadas sobre talento éstas se dan a partir de las aptitudes
que sobrepasan claramente la capacidad media de jóvenes de su edad y por
tener un talento creador en uno o varios campos; entonces se habla de
excepcionalidad en competencias, capacidades y potencial excepcional
sobre todo en la capacidad científica y creativa, es decir, el talento se
refiere a la existencia de predisposiciones reales para enfrentar
problemas más complejos.
La caracterización de
un estudiante talentoso depende de su identificación como tal y de la
concepción que al respecto se tenga, influyendo ello en las
particularidades de la formación en valores.
La formación valorativa
y de actitudes es sólo un aspecto de la educación en valores, pues
actitud es sólo una predisposición a un comportamiento, es una
organización duradera de creencias, cogniciones, sentimientos que, por
tanto, conforman una tendencia. No siempre existe una correspondencia
entre la actitud y el comportamiento por diferentes factores.
La educación en valores
debe promover una actitud y capacidad estimativa, y una conducta
consciente en el educando. Es decir, conocer qué es la responsabilidad,
saber valorar sobre la responsabilidad en hechos concretos y actuar con
responsabilidad.
Lo expuesto son
consideraciones generales que atañen a toda la educación, incluida la de
niños y jóvenes talentosos. Se infiere que quienes tienen superioridad
intelectual, por esta misma razón sus convicciones y valores deberán
corresponder a las condiciones de excepcionalidad.
La superioridad
intelectual no entraña como condición necesaria y suficiente el éxito o
el logro acelerado de la personalidad. Por su propio carácter sí debe
poner sus capacidades excepcionales acorde con el desarrollo de la
sociedad y para su correspondiente autorrealización. La superioridad
intelectual pocas veces está preparada para aceptar el fracaso, pues se le
inculca constantemente su superioridad y no sus capacidades
excepcionales, que no es lo mismo, lo cual impide que se acomoden a una
realidad que va más allá de su individualidad y que puede influir en su
realización.
La educación en valores
debe coadyuvar en los jóvenes talentosos al desarrollo de esa
personalidad desarrollada a una mayor adaptación a los entornos, a
comprender y saber transformar con criterio colectivo, social y humano la
participación social de ellos, una mayor motivación e interés en ser
reconocido y en reconocer las diferencias humanas alcanzando la
tolerancia necesaria para compartir y comunicarse adecuadamente.
La falta de paralelismo
entre capacidad intelectual y madurez psicosocial
afectiva puede suponer una inadaptación interna y social e incluso evitar
el éxito en su actividad.
Las predisposiciones
innatas tienen una estrecha relación con la madurez biológica; unas se
expresan en edades más tempranas que otras.
En la universidad
cubana se lleva acabo un trabajo diferenciado de formación profesional
con estudiantes de alto rendimiento, o talentosos, asociándolos a equipos
de investigación profesional o científicos, de la práctica social, a
tareas complejas de liderazgo, a la labor docente de la academia como
alumnos ayudantes, buscando entrenar sus capacidades excepcionales con
actitudes del mismo carácter por su contenido de entrega y consagración
responsable, pero en tareas de importancia social, desarrollando así su
independencia, creatividad, originalidad, flexibilidad, objetividad
acompañada de la comunicación, solidaridad, etcétera.
Por lo general se
trabaja con ellos en pequeños grupos en un entrenamiento tutorial por los profesores más destacados y que son
ejemplo por sus capacidades y conductas. Éstos son los jóvenes que luego
la sociedad selecciona como los integrales, los talentos que se
incorporan a los centros de ciencia e innovación tecnológica del país,
además a la academia, etcétera.
En este sentido la
concepción de talento no sólo está asociada a la predisposición para una
actividad por capacidades excepcionales, sino al desarrollo de una integralidad de esa personalidad, para una conducta
excepcional.
Conclusiones
La educación en valores
en la formación profesional requiere:
- Un modelo del profesional pluridimensional, desde una concepción de la
profesión que interrelacione la ciencia, la tecnología y la
sociedad, haciéndolas portadoras de una cultura integral que
revitalice los valores humanos.
- Una metodología de diseño curricular que
parta de un sistema de valores profesionales.
- Una didáctica que integre los valores al
aprendizaje de manera intencionada y consciente, destacando en el
contenido el valor como un componente a desarrollar, es decir, el
significado valorativo de los conocimientos, habilidades y capacidades,
del mismo modo que la reflexión del profesor sobre el valor
educativo de las acciones en el proceso a través de métodos y
técnicas que propicien la participación, la comunicación, las
relaciones interpersonales, la autorregulación, etc.
- Una vinculación entre la actividad
académica, la laboral y la investigación en el proceso de formación
profesional.
- Un desarrollo pedagógico, profesional e
investigativo del profesor que le permita actuar a través del valor
del ejemplo.
- Un ambiente universitario que propicie la
educación.
Es necesario investigar
las particularidades de la educación en valores en los jóvenes y en su
etapa de formación profesional para definir las estrategias pedagógicas
que correspondan.
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